Otra vuelta de tuerca: Henry James y la ambigüedad textual

por Felipe Mancheno

Otra vuelta de tuerca nos muestra un cuadro ideal que a través de sus páginas se va transformando y derruyendo hasta convertirse en una especie de pasta terrible; una pintura en la que las sonrisas de sus protagonistas se van deformando progresivamente y pierden casi toda relación de similitud con lo que eran en principio. Es una novela que nos conduce entre lo anormal y lo cotidiano con un estilo cuidadoso, que recubre a la historia y le da un sentimiento de ensoñación a los hechos relatados.

Más que una narración realista, el carácter de Otra vuelta de tuerca es más parecido al de una pesadilla que se alarga durante semanas sin llegar a concretarse en un hecho realmente vívido, pero que se va tensionando con la aparición de los espectros en el relato y su influencia en los habitantes de Bly. Para esto, James maneja cuidadosamente lo paranormal dentro de la novela, hasta volverlo confuso, ambiguo e incluso cuestionable. Lo logra a través de una narradora-personaje poco confiable, cuyos motivos para actuar o no actuar en las circunstancias que se le presentan no se explican del todo y se prestan a una segunda interpretación por parte del lector.

Esta variedad de lecturas posibles a los hechos descritos en la novela, dificulta la elección de un camino en específico pues, en cada circunstancia aparentemente esclarecedora yace una dualidad interrelacionada: posibilidades diferentes y distanciadas entre sí, pero que trabajan simultáneamente para tejer los hilos de tensión que arman a la historia como un conjunto de acciones concretas dadas en condiciones imprecisas.

La ambigüedad -vista a través de las posibles connotaciones que tienen las palabras, las actitudes y las perspectivas de los personajes- se vuelve el sustento de una trama suspendida en la incertidumbre; y que sólo en esta suspensión, expectante de algún elemento que la resuelva, puede mantener erguido al argumento. Entonces, lo ambiguo es la naturaleza propia de la armonía en Otra vuelta de tuerca. Cada intento de la narradora e institutriz por develar lo oculto en la historia se torna en un punto de inflexión que destruye el cuadro inicial -lo corrompe- volviéndolo más oscuro y necesitado de una explicación.

De esta manera, Henry James juega con la psicología de sus personajes y de sus lectores, llevándolos a la par en una intriga creciente y sin puntos de fuga. Utiliza la credibilidad que le damos al narrador, la desacredita y reacredita a través de sentencias confusas en otros personajes para, finalmente, abrir el texto a una experiencia verdaderamente subjetiva.

Imagen: «Shadowman» de Timitzer

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