Libros para dialogar entre padres e hijos

por María José Torres

   Seguramente, ningún lector escapa de reconocerse en algún personaje imaginario cuando se zambulle en una apasionada historia contada entre líneas. Algunos se sentirán detectives, otros marineros y lo más probable es que algún pirata inspire los delirios del más valiente.

     Aro Varse, artista plástica mexicana, recuerda un caso específico en su país natal. “Hubo un derrumbe y se perdió un pueblo entero. Muchos muertos y pérdidas. El gobierno instauró ciertos puntos de lectura. Ayudó a sobrepasar los traumas. Si tú lees, por ejemplo, la historia de un hombre que tuvo que ir a la guerra y después lo superó, de alguna manera te dices que si él lo hizo, tú también lo puedes hacer”. Ella cree fervientemente en el poder curativo de los libros. “La lectura es como una catarsis” afirma Aro, que en su paso por Ecuador motivó a unos cuantos niños a dibujar contando historias.

        Con el apoyo del Centro de Arte Contemporáneo, Aro dictó dos talleres en La Ecuatoriana y Tumbaco. En una casa alquilada temporalmente, acudieron los niños del barrio para pasar las tardes. “¡Ante todo diversión!” es el lema de esta artista que busca que la lectura que ofrece a los niños se desarrolle en un ambiente lúdico, alejado de las situaciones precarias de la vida cotidiana.

         Una de las obras escogidas fue El libro negro de los colores de Menena Cottin y Rosana Faría que cuenta la historia de Tomás, un niño ciego que, desde la oscuridad de sus ojos, mira los colores como sabores, olores, sonidos y emociones. Impreso en negro, escrito en braile, los niños videntes reflexionan sobre otras maneras de percibir el mundo. “Todos apuestan a la imaginación. La creatividad es algo que ya no está tan cultivado en los niños. No es solamente saber pintar, usar una técnica bien, sino saber resolver un solo problema de diez, veinte, cincuenta formas. Así se amplía la forma de ver la vida, es a eso a lo que yo apuesto cuando escojo los libros”.

          Las imágenes recogidas a lo largo de su labor de formadora chocan, escenas de violencia explícita aparecen inocentes dibujadas con lápices de colores. “Entre más concreto, directo y real eres con los niños, más te entienden. En cambio si satanizas o te pones nervioso, peor, pierdes credibilidad. Voy con mucha cautela pero no son imágenes nuevas, es la realidad en que viven y de la que no pueden hablar”. De ahí que el taller busque trabajar sobre todo en la comunicación entre padres e hijos, en vez de enfocarse exclusivamente en la psicología infantil. Discusiones y conversaciones de Alejandro Magallanes es la herramienta utilizada para esta tarea. Delata unas cuantas mentiras contadas por los padres, como la de ese tal cuco que nunca llegó. “Hay pocos lugares de encuentro, los centros infantiles sirven para que los padres se deshagan de los niños en vez de fortalecer los vínculos. En los talleres es buenísimo ver cómo los padres se emocionan y terminan jugando mientras los niños ven”.

      La apuesta es entonces por el poder curativo de la literatura y las artes plásticas, que entran en diálogo creando un espacio para los niños de encuentro consigo mismos y el peso de su historia. Carlos Fuentes en su homenaje a la obra maestra Cien años de soledad lo afirmaba ya, “cada gran novela latinoamericana nos libera un poco, nos permite delimitar en la exaltación nuestro propio territorio, profundizar la creación de la lengua con la conciencia fraternal de que otros escritores en castellano están completando tu propia visión; dialogando contigo”.

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