Bully: simbiosis y liberación

Por Mario Attie

            ¿Qué existe entre lo normal y lo patológico? ¿Qué separa al sádico del masoquista? ¿Existe alguna diferencia, o estas tendencias coexisten en íntima composición? Erich Fromm define la relación sado-masoquista como el mecanismo de defensa empleado para evadir el insoportable peso de  la libertad personal. El sádico se extiende en la dominación y el masoquista se evapora en la sumisión. En ambos casos, acaban perdiendo su individualidad como ser independiente. Así se crea una poderosa simbiosis que, en palabras de Fromm[1] “se refiere a la unión de un yo individual con otro yo (…) unión capaz de hacer perder a cada uno la integridad de su personalidad, haciéndolos recíprocamente dependientes”.

            Basada en una novela de Jim Schutze que se inspiró en hechos reales, la película Bully, del director americano Larry Clark, retrata la dinámica sado-masoquista en dos mejores amigos, una relación conformada por amor y odio, autoritaria de un lado y sumisa del otro, de mutua dependencia e inevitable destructividad. Pero más importante, plantea la posibilidad de acabar con ella; en lenguaje de Fromm: de romper con la simbiosis.

Marty (Brad Renfro) y Bobby (Nick Stahl) se conocen desde que tienen memoria. Son inseparables desde el jardín de niños hasta el último año de preparatoria que está por terminar. Pero como observamos desde el comienzo, Bobby lo insulta y golpea incesantemente, lo obliga a desnudarse en clubes homosexuales y a participar en sexo telefónico. Marty no es ajeno a la situación, sufre el peso de Bobby en su felicidad cotidiana. Sin embargo, es incapaz de actuar al respecto y cuando lo hace las cosas siempre terminan regresando al perverso equilibrio que Fromm describe. Marty es redundante en sus intentos por racionalizar el comportamiento de Bobby (“es mi mejor amigo”), justificaciones que le impiden escapar del circulo vicioso en el que se encuentra.  Bobby padece en la relación por igual, y en numerosas ocasiones podemos entender su arrebato y maldad hacia Marty como intentos de suprimir su inminente homosexualidad. Bobby reduce su creciente disonancia interna al humillar y manipular asiduamente a su amigo. En los escasos momentos donde Marty parece reaccionar y amenazar a Bobby con dejarlo, el segundo se muestra afectivo y promete un cambio con emotivas disculpas. Marty lo perdona y así el drama comienza de nuevo.

Observando la relación de Bobby y Marty sacamos la conclusión que ésta podría durar indefinidamente, pero la posibilidad de liberarse (en el caso de Marty) aparece con Lisa (Rachel Miner), su nueva novia. Lisa es inocente y tímida, y al igual que Marty, esta enfrascada en su propia relación tortuosa  con su mejor amiga Ali (Bijou Phillips) quien es desenvuelta e impúdica. Después de tener sexo con Marty horas después de haberlo conocido, Lisa le anuncia triunfante a su madre que ya tiene ‘un nuevo novio’, detalle que nos comunica su inmensa ingenuidad. Lisa no tarda en ver sufrir a Marty y pronto ella también se convierte en víctima de Bobby.

Lisa imagina una vida sin Bobby, y su fantasía es abrumadoramente poderosa, intensamente feliz. La escena es idílica: oímos el mar a nuestras espaldas, las gaviotas se extienden en el aire y la playa se amplifica hasta el horizonte. La voz de Lisa lo incita: “¿Porqué dejas que te trate así, que te humille en frente de todos?”. La voz de Lisa le cala profundo, desasiendo lentamente la tan arraigada simbiosis. Ella continúa presionando, apretando con sus palabras hasta que Marty se derrumba en llanto. Sus lágrimas son por fin derramadas después de años de represión. “Siempre ha sido así” solloza. Con toda la sensualidad de una femme fatale, Lisa lo seduce con su proposición: “matémoslo”.  Marty sonríe y la besa en la boca. Ella lo agarra por el cuello y sus manos crean una unión poderosa, capaz de llevarlos hasta su liberación. Vemos sus lenguas enredadas, húmedas; vemos su alivio transformado en júbilo. Las lenguas mezcladas nos recuerdan la unión que juraron romper.

Matar a una persona no es cosa de niños. El concepto de la muerte, con todas las emociones de culpa y miedo que involucra, se desarrolla en las mentes de los jóvenes como una bacteria que amenaza con devorarlos. Marty y Lisa juntan un grupo de siete adolescentes que acceden a matar a Bobby. ¿Quién lo matará? ¿De qué manera lo harán? ¿Sobre quién recaerá la responsabilidad? Lo que empieza como un juego mental se convierte en una verdadera pesadilla moral. Clark plantea estas preguntas en una de las escenas donde los niños planean el asesinato. El grupo se encuentra tenso, impaciente por terminar con el plan. La secuencia es continua, la cámara se mueve en círculos, pasando de rostro a rostro rápidamente. La circunferencia que traza la cámara acelera cada vez más, tal vez emulando el estado anímico de los niños o, peor aún, evocando la imagen perversa de la ruleta rusa.

El marco social que retrata la película es la clave para entender la relación de los adolescentes. La historia se desarrolla en las calles y playas de Florida, donde observamos una juventud descarrilada que parece tener demasiado tiempo en las manos.  El sexo y la droga son lo único completo de una vida esencialmente muerta. Clark no escatima en estos temas. Insiste en el sexo vacío, desprotegido e incluso aburrido, y al hacerlo enfatiza el carácter banal que éste ha adquirido en los jóvenes que retrata.  Sin embargo, Clark nunca cae en generalizaciones, dando a cada personaje su respectiva individualidad. El sexo es usado por Bobby como arma de dominio social y señal de poder. Por otro lado, Lisa encuentra en su nueva sexualidad un amor antes invisible, capaz de darle sentido a su frustrante vida. Para los demás, en diversos contextos, el sexo es simplemente la mejor manera de matar el tiempo en una sociedad donde no hay nada mejor que hacer. El sexo y, más adelante, la muerte son el lazo temático que une a todos los personajes, creando la base psicológica de sus respectivas simbiosis.


[1]Fromm, Erich. El Miedo a la Libertad. Trans. Gino Germani. Madrid: Paidós, 2012.

     Print. Contextos 105.

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