Gótico sureño: ¿realismo mágico en el sur de los Estados Unidos?

por Emilia Egas

La narrativa de Eudora Welty está marcada por el uso de elementos extraños en escenarios cotidianos, frecuentes, incluso burdos. Sin embargo, la utilización de acciones o personajes que se oponen a ese contexto de normalidad, permite que el desarrollo de la historia adquiera un ritmo rápido, en contraposición a la idea de lo habitual, y (re)construye el imaginario del lector, en lo que respecta a  situarse frente a la vida de las personas comunes; apuntala así, un juego de traslación simbólica sencilla desde lo estático, hacia lo dinámico en situaciones diarias, usuales.

A la autora norteamericana se la suele adherir a un subgénero de la novela gótica llamado gótico sureño que se diferencia del gótico –tradicional– en su trabajo conceptual de lo representativo, pues utiliza elementos supernaturales para consolidar la representación de la sociedad norteamericana. Mientras que el otro trabaja con lo supernatural con un objetivo menos englobante: crear suspense.

A pesar de la similitud que podría intuirse entre el gótico sureño y el realismo mágico, es importante tener en cuenta que son dos estilos completamente diferentes, polares, puesto que la presentación de los elementos fantásticos y de la relación entre la vida y la muerte recurre a un discurso y concepto opuestos. Así, es importante tener en cuenta que, desde lo evidente, los rasgos culturales propios de los escritores ya provocan una imposibilidad de cualquier similitud posible. Si bien el gótico sureño presenta situaciones extrañas, no adquieren, en ningún momento, el carácter fantástico o mágico de los relatos de los escritores latinoamericanos. En los cuentos de Eudora Welty, lo que saca a la historia de una normalidad exasperante es, por lo general, sus personajes, pues la caracterización que se da a los protagonistas los individualiza, provocando la agrupación -homogénea- de los demás sujetos dentro de la narración. La manera en que Welty construye a sus personajes podría pensarse análoga, en algunos aspectos, a la de William Faulkner: actores que salen de lo normal y son, finalmente, los encargados de que la historia se desarrolle. Así, por ejemplo, en “Una rosa para Emilia”, de Eudora Welty, la protagonista es quien transforma la vida de un pueblo y permite que la historia se suceda, pues en ella mismo radica la esencia de la fábula:

Cuando murió la señorita Emilia Grierson, casi toda la ciudad asistió a su funeral; los hombres, con esa especie de respetuosa devoción ante un monumento que desaparece; las mujeres, en su mayoría, llenasde un sentimiento de curiosidad por ver por dentro la casa en la que nadie había entrado en los últimos diez años, salvo un viejo sirviente, que hacía de cocinero y jardinero a la vez.[1]

La muerte como extensión de la vida, como elemento anexo, aparece en las novelas del realismo mágico, mas no en los cuentos de los escritores del sur de los Estados Unidos, pues para ellos la muerte es, sencillamente, el fin, lo que se opone a la vida y por lo tanto, no pueden complementarse, no pueden dialogar como en la visión latinoamericana que ofrece el realismo mágico:

Al cruzar una bocacalle vi una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera. Después volvieron a moverse mis pasos y mis ojos siguieron asomándose al agujero de las puertas. Hasta que nuevamente la mujer del rebozo se cruzó frente a mí.[2]

La convivencia entre la vida y la muerte presenta una parte de la cultura latinoamericana donde la concepción de lo mítico se mezcla con la realidad. En las novelas de Gabriel García Márquez y Juan Rulfo, la decadencia se convierte en uno de los motivos de sus relatos. Comala y Macondo son pueblos que se construyen sobre el devenir, sobre la destrucción y la muerte que, sin embargo, es móvil. Welty, en contrapartida, nos muestra escenarios invariables visiblemente, donde no se alcanzan los extremos y se mantiene un hilo inmodificable, lineal.

Eudora Welty hace uso de las características del gótico sureño para construir la dicotomía exterior/interior de sus personajes. En algunas ocasiones lo extraño es lo exterior a ellos; es decir, el ambiente, mientras lo cotidiano es lo interior; no obstante, en la mayoría de los casos, es la interioridad de sus personajes, sus pensamientos lo que está fuera de lo común, lo que hace tambalear el mundo de lo exterior. En su cuento “La llave”, los protagonistas son una pareja de sordomudos que transforman una simple parada de trenes en un lugar donde se cuestionan sobre la forma en que han llevado su vida; el elemento de lo exterior son las personas a su alrededor que los miran con lástima y se sienten incómodos por estar en el mismo lugar que ellos. Los personajes influyen directamente en el ambiente, a diferencia de lo que ocurre en el realismo mágico: los lugares son actantes dentro de la historia.

La cultura impide cualquier tipo de parecido entre el gótico sureño y el realismo mágico, crea una oposición muy marcada entre las concepciones del mundo de los escritores de cada estilo. Lo que significa para los norteamericanos colocar elementos fantásticos o fuera de lo común implica romper la cotidianidad, volverla más interesante, pero no mezclarla con lo mágico, pues lo fantástico no forma parte del mundo pragmático, material. Mientras que en Latinoamérica, parece ser que los elementos fantásticos pueden ser, en verdad, parte de la realidad, pueden combinarse hasta ser indistinguibles.

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[1] Faulkner William, Una rosa para Emilia, en http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/faulkner/rosapara.htm

[2] Rulfo Juan, Pedro Páramo, p. 8, en http://espanol.free-ebooks.net/ebook/Pedro-P-ramo/pdf/view

Imagen: «reading chair» por eflon, en Flickr

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